Hace como cosa de tres semanas, mi vida parecía que iba a dar un giro. Un giro estructural nunca jerárquico, las cosas importantes y valiosas siempre serán mis prioridades y los pilares de mi vida.
Es decir, ocurrieron una serie de acontecimientos en mi vida que hacían presentir un cambio, un cambio que hoy por hoy desconozco si hubiese sido beneficioso para mí o no, pero al cual me aferré y me agarré como si mi vida dependiese de él.
Entonces, apareció el miedo. No sé muy bien a qué tenía miedo, pero apareció, y con él, sus primos hermanos; la ansiedad, el insomnio y la pérdida de apetito. El miedo tiene muchos primos hermanos pero éstos son los que se presentaron en la puerta de mi casa. Entonces me empecé a preguntar cómo un cambio tan pequeño podía estar haciendo que mi vida se tambalease de la manera que lo estaba haciendo. Me estaba decepcionando a mí misma. Le dejé vía libre al miedo para que se hiciese dueño de mis emociones y sentimientos. El miedo es tan poderoso que arrasa con todo lo bueno. No me considero una persona, ni fuerte ni débil, me considero una persona optimista, realista, luchadora y trabajadora. Cuando el dolor llega, soy de las que intenta lidiarlo de la mejor manera posible según mi situación personal. Esto no quiere decir, que como ser humano que soy, no experimente el miedo y sus primos hermanos en alguna ocasión. Lo que sí que sé es detectar los peligros del miedo rápidamente, sé analizar la situación y entender que este miedo sólo me puede aportar destrucción emocional. Por eso, hace como cosa de tres semanas sabía que me estaba decepcionando a mí misma, sabía que le estaba dejando al miedo solucionar una situación que no era de su incumbencia.
Y ENTONCES REACCIONÉ…
Empecé a compensar lo bueno y lo malo de esta situación que me presentaba la vida. Empecé a analizar cómo me sentí y el porqué. Empecé a pensar en todo lo bueno que tiene mi vida, dejando a un lado todo lo malo que pueda haber (y lo hay). Empecé a aferrarme al afán de supervivencia y no al afán de derrota. Porque la vida es como una montaña rusa y es mejor vivirla con toda su emoción y excitación.
El miedo deja tu vida desolada. Se permite el lujo de menospreciar todo lo bueno que tienes. Te deja sin fuerzas. El miedo nunca viene solo. Siempre se presenta con sus primos hermanos y entre todos van a apagando toda la luz que hay en ti.
Este dolor también pasará pero el miedo al dolor puede privarte de SER FELIZ.
6 comentarios
Un primo hermano también es la falta de respiración. La que más me afecta a mi. Gracias por el post
Un placer, Carla.
Que bueno el post gracias
Tienes razón el dolor es ley de vida pero estar pensando siempre que tienes miedo al dolor es una angustia me ha gustado el artículo gracias
Me ha hecho pensar mucho tu artículo…gracias…me ha gustado mucho
Lo más bonito es que te haya hecho pensar y reflexionar. Me encanta. Ése es siempre mi objetivo. Gracias Lola.